Una de las decisiones más importantes en el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata (HBP) es saber cuándo intervenir quirúrgicamente. En pacientes que presentan una llamada vejiga de lucha, demorar la cirugía puede tener consecuencias graves, muchas veces irreversibles. Y lo más preocupante es que, en ocasiones, estos pacientes apenas tienen síntomas, lo que genera una falsa sensación de tranquilidad.
¿Qué entendemos por “vejiga de lucha”?
La vejiga de lucha es un término clínico que utilizamos para describir una vejiga que lleva años intentando compensar una obstrucción crónica, generalmente provocada por una próstata aumentada de tamaño. Para conseguir vaciar la orina con éxito, el músculo detrusor (la capa muscular de la vejiga) se hipertrofia, es decir, se engrosa y se fortalece.
Durante un tiempo, esta adaptación permite al paciente seguir orinando, a veces con esfuerzo, pero sin notar grandes molestias. El problema es que este sobreesfuerzo constante termina pasando factura: el músculo se fatiga, pierde capacidad contráctil y, cuando ya no puede más, empiezan los síntomas graves… y las complicaciones.
¿Por qué no es buena idea esperar demasiado?
1. Daño irreversible en el músculo de la vejiga
Con el paso del tiempo, la vejiga sometida a un esfuerzo crónico empieza a perder su elasticidad y su fuerza. El detrusor entra en hipocontractilidad o incluso en acontractilidad, lo que significa que ya no se contrae de forma eficaz para vaciar la orina. En ese punto, aunque eliminemos la causa de la obstrucción (por ejemplo, con una resección transuretral de próstata), la vejiga no recupera su función.
2. Riesgo de retención urinaria crónica
Cuando la vejiga ya no puede vaciarse, el paciente puede desarrollar una retención crónica de orina, con necesidad de sondajes intermitentes o permanentes. Esta situación no solo es incómoda y afecta notablemente a la calidad de vida, sino que aumenta el riesgo de infecciones urinarias, cálculos vesicales y otras complicaciones.
3. Posible afectación renal
Una vejiga sometida a presiones elevadas puede repercutir sobre los uréteres y los riñones, dificultando el correcto drenaje de la orina. Esto puede provocar una hidronefrosis (dilatación de las vías urinarias) y, si no se corrige a tiempo, una insuficiencia renal progresiva.
4. Más complicaciones tras la cirugía
Cuando se interviene una vejiga ya deteriorada, los resultados quirúrgicos no siempre son los esperados. El riesgo de incontinencia, sondajes prolongados o necesidad de reintervención es mayor. Por eso, operar a tiempo mejora no sólo la eficacia de la cirugía, sino también el pronóstico funcional a medio y largo plazo.
5. Empeoramiento progresivo de los síntomas
Urgencia miccional, incontinencia, infecciones, levantarse varias veces por la noche para orinar… Son síntomas que, si no se actúa a tiempo, tienden a agravarse con los años. Muchos pacientes llegan a consulta cuando ya es demasiado tarde, y lamentablemente la cirugía no puede revertir completamente el daño.
¿Cuándo debemos considerar la cirugía?
La intervención debe plantearse cuando:
- Hay evidencia ecográfica de engrosamiento de la pared vesical (>5 mm).
- Existe una retención significativa o un vaciamiento incompleto constante.
- Se observa una presión intravesical elevada en estudios urodinámicos.
- El paciente presenta infecciones recurrentes, deterioro renal o síntomas miccionales que limitan su calidad de vida.
La resección transuretral de próstata (RTU-P) u otras técnicas quirúrgicas modernas permiten resolver la obstrucción con seguridad, siempre que se realicen en el momento adecuado.
Conclusión
Retrasar la cirugía de próstata en pacientes con vejiga de lucha puede parecer una decisión prudente si no hay síntomas graves, pero en realidad es una carrera contra el tiempo. Una vejiga que lleva años luchando no aguanta eternamente. Intervenir a tiempo puede evitar complicaciones, preservar la función miccional y proteger la salud renal.
Si tienes dudas sobre tu caso o el de algún familiar, lo más recomendable es realizar una evaluación completa del estado vesical y prostático para decidir cuál es el mejor momento para intervenir.